
Pero escuchar no es solo oír. Es
poner la atención en el otro, buscar entre sus palabras cuál es el
mensaje que quiere transmitirnos la otra persona, sin ponerle
barreras, dejando que lo que nos cuente nos llene de sensaciones.
Pero escuchar no es un acto fácil. En
muchas ocasiones dejamos que nuestro diálogo interior dé una
respuesta mental mientras alguien nos habla. Dejamos que nuestra
opinión permanezca como foco principal y perdemos la atención
sobre lo que nos cuenta la otra persona.
En muchas parejas y entre padres e
hijos con problemas vemos que sus dificultades de relación tienen
un denominador común: la comunicación.
Trata de imaginar cómo te sientes
cuando alguien te escucha activamente. Cuando deja que termines tu
argumento, te mira a los ojos y asiente dándote a entender que
comprende lo que le quieres decir. Trata de experimentar que
sensación te causa cuando alguien pone su atención en lo que
dices, y te pregunta aquellas dudas que le van surgiendo acerca de lo
que le cuentas. Alguien que por unos momentos, te regala su tiempo
como si fuera eterno para conocer perfectamente lo que le quieres
decir.
Escuchar activamente es un regalo
maravilloso porque reduce los prejuicios, nos pone en el lugar del
otro, nos ayuda a entender profundamente, nos invita a la reflexión,
nos enseña y evita que nos precipitemos.
Trata de hacer la prueba y comprobar
cuánto puede aportarte el arte de atender porque, es posible,que
no haya regalo más grande que el de escuchar y ser escuchado.
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