lunes, 25 de marzo de 2013
SECUESTRO EMOCIONAL
Todos, alguna vez, hemos sido víctimas de nuestras emociones, es decir, en algún momento de nuestra vida (unos con mayor frecuencia que otros) nos hemos "dejado llevar por una emoción sintiendo que esta nos superaba y como resultado nos hemos involucrado en un estallido de ira, o en una "crisis nerviosa", en un enfado incontrolable o bien, presas del pánico, nos ha invadido un profundo malestar que no nos ha permitido tomar el control de nuestras reacciones.
A estos episodios en los que la reacción se desencadena sin que la razón pueda mediar entre las emociones y los acontecimientos los llamamos secuestro emocional.
Pero, ¿porqué ocurren?
En general cuando nos hallamos ante un estímulo, éste es captado por nuestros sentidos (excepto el olfato) y ellos, a su vez, envían la información a una parte de nuestro cerebro llamada tálamo que funciona como un "conmutador", es decir, recibe informaciones distintas que provienen de los sentidos y éste las reenvía a diferentes partes del cerebro.
Así algunas de esas informaciones se derivarán a la parte lógica del cerebro, la corteza cerebral (es aquí donde ocurre la percepción, la imaginación, el pensamiento, el juicio y la decisión), sin embargo, una pequeña parte de la información pasa directo del tálamo al centro emocional, lo que permite que tomemos una decisión instantánea e instintiva antes de que nuestra parte racional logre procesar la información.
Es decir, actuamos antes de pensar, cosa que a veces nos beneficia: oír cerca de nosotros un ruido repentino y fuerte y reaccionar apartándonos por si nuestra vida estuviera en peligro. Y otras veces nos perjudica: llegar a agredir a alguien y mostrarse "fuera de sí en una discusión de tráfico".
¿Pueden evitarse ciertos secuestros emocionales?
Por supuesto podemos corregir esta conducta, pero para ello deberemos entrenarnos en lo que llamamos autocontrol. En primer lugar debemos identificar cuáles son las situaciones que "se nos escapan de las manos" y entrenarnos en técnicas de respiración y relajación.
Una vez sepamos qué tipos de situaciones debemos abordar, debemos aprender a contrarrestar los impulsos mediante una respiración tranquilizadora que le dará un mensaje, también tranquilizador, al cerebro, y a su vez le darfá un tiempo antes de reaccionar. Cuando no se actúa inmediatamente, la reacción se generará a través de la razón y no sólo desde nuestro centro emocional.
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