
Piensa mal y acertarás..Cuando el río suena, agua lleva...No es oro todo lo que reluce...
Estas
frases son parte del refranero y por desgracia, tienen una
vigencia enorme en las vidas de muchas personas.
Todas
ellas nos abocan a la desconfianza. Todas ellas nos invitan a
mantenernos alerta, a estar a la defensiva.
Si
no puedo pensar bien sobre los demás, si creo que, en general, la
gente no se interesa por los demás y tan solo busca su propio
beneficio, si creo que el mundo es un lugar hostil dispuesto a
herirme constantemente: entonces no hace falta que lo compruebe,
porque será mi propia creencia la que me hará sufrir, la que me
causará dolor.
Mi
mente filtrará todas las situaciones positivas, centrándome solo en
la peor cara del mundo y de la gente, en su egoísmo desmesurado, en
alguien malhumorado o en una mala contestación, obviando todo lo
demás. Esto confirmará la creencia de que el mundo es un lugar
terrible, poblado de seres deshumanizados.
Trata
de poner tus conductas al espejo. Si creo que todo el mundo tiene
mala intención, ¿Cómo será mi conducta hacia los demás? Desde
luego no muy agradable. ¿Qué pensarán los demás acerca de mi
conducta? Puede que tengan la sensación de que deben desconfiar de
alguien que se comporta de forma hostil o incluso agresiva.
Ellos
no pueden ver lo que pienso acerca del mundo. Ni saber que me
comporto así porque lo que tengo es miedo a resultar herido.
Así
que cada vez nos alejamos más los unos de los otros, permitiéndonos
hacernos una idea de como son los demás y como son sus vidas, sin
ni siquiera preguntar. El ser humano tiene actitudes buenas y malas, sentimientos positivos y negativos, conductas nobles y terribles.
En general, la gente que nos rodea, se comporta de forma muy parecida a la nuestra. Si tenemos un mal día podemos ser desagradables, si vivimos situaciones dolorosas seremos susceptibles, si no nos han dado cariño seremos fríos.
No podemos cambiar al prójimo, pero podemos ver más allá de su actitud. Eso hará que nuestro comportamiento cambie, que seamos más flexibles y perdamos el miedo a dar algo bueno a los demás, creyendo que pueden devolvernos a cambio su peor respuesta.
En dar está la felicidad. En ser como queremos ser y no ser simplemente una constante reacción ante un hecho desagradable o una palabra injusta, pues eso nos convierte en aquello de lo que tanto nos quejamos.
El autocontrol nos invita a darnos unos segundos antes de tener una conducta u otra. Valiosos segundos que deben recordarte quién quieres ser.
Si
no te gusta como se comporta alguien contigo, imagínate que es un
espejo. Huye de su comportamiento. Sé como quieres ser tú. La
mejor respuesta a un “ataque” sea real o producto de nuestros
prejuicios, es mantenerse fiel a lo que se quiere ser. Esto no nos
hace vulnerables, nos enaltece, nos convierte en personas fuertes
con una autoestima sana y una enorme seguridad en nosotros mismos.
No
vivas desconfiando porque el que “piensa mal......Sufre”.
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