Veintidós
y veintitrés de octubre de dos mil ocho
Qué
inútilmente llueve a veces la melancolía; qué odiosa se vuelve sin
ser más que un volátil gas. Conduce a quienes la encuentran por
senderos oscuros y llenos de maleza; una maleza de recuerdos. El
musgo crece en su regazo, la tierra húmeda deja sus huellas
impresas, y el rastro de sus pisadas se aleja por una loma triste y
solitaria. Escaparía de ella como de una pestilente ola gigantesca,
cada vez que la viese aparecer sonriente y conmovedora. Falso es su
ademán; su comisura afable, que rememora con amnistía, como un
brebaje que proporciona indulto a todo aquello que el recuerdo
esquiva. La tierra empapada y el follaje oscurecido, absorben su
mentira, y de ellos emana el gas venenoso de tiempos mejores, que
jamás lo fueron. Caiga la espada dócil, sólo, sobre el aire
contaminado de engañosa nostalgia; cese el gobierno que ejerce en la
voluntad tomada, y perezca, liberando la materia viva y la inerte, de
su embrujo desgastado; abran los ojos las bestias, los hombres y las
piedras, y luzca o no el sol, ¡salgamos indemnes de ella! Que la
nostalgia es pasado, y el pasado persigue, pero no regresa.
Gato Nocturno
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