jueves, 13 de noviembre de 2014

EL SECRETO DEL CAMBIO



Nos levantamos temprano con los ojos hinchados de sueño. Deambulamos por un pasillo infinito para llegar al baño, donde, tras frotarnos los ojos tratando de corregir una visión todavía borrosa, nos miramos al espejo.

No pensamos nada. Desayunar, lavarse los dientes, ducharse, vestirse y salir corriendo.
Pensamos en llegar a tiempo.
Trabajo y almuerzo. Las ideas del día van llegando a nuestro cerebro: qué comer, qué comprar, qué trabajos acabar, qué problema solucionar, qué cenar, qué prepara al día siguiente, qué hacer el fin de semana, qué pagos están pendientes, qué ver en la televisión, a qué hora ir a la cama.

Pasa el día, a lo pensado se le suman las cosas que nos han ido pasando. El jefe nos cambia el horario, a nuestro compañero de trabajo le han robado el coche, nos tomamos un café con un amigo y comentamos lo que hemos visto en las noticias, etc.

Llegamos cansados de noche y tras cenar nos sentamos en el inmenso sofá. Ponemos esa serie que tanto nos gusta para  ver cómo viven aquellas aventuras y de paso olvidarnos de nuestro día.

Dormimos y al día siguiente amanecemos con los ojos hinchados de sueño. Deambulamos por un pasillo infinito para llegar al baño, donde, tras frotarnos los ojos tratando de corregir una visión todavía borrosa, nos miramos al espejo.

Nada nuevo. Es cierto que la vida tiene unos ritmos, unas rutinas y unos hábitos que son más fáciles de sobrellevar si los automatizamos. El peligro es que nos quedamos con esas rutinas viviendo la vida sin cuestionarnos nada, sin dudar, sin aprender algo nuevo para evolucionar, sin hacer cosas que nos permitan tener siempre un reto por el que trabajar. No dejamos que la curiosidad se inmiscuya en nuestros asuntos, eso nos condena a hacer casi siempre las mismas cosas. Está bien hacer una cosa como rutina porque te permite ser un experto.

Pero mira tus rutinas. Dormir, ingerir alimento, trabajar, pensar en la rutina de mañana, dejarte llevar por las series de ficción para no pensar. Ninguna de estas cosas es perjudicial. Pero dime, ¿en qué serás experto dentro de cinco años? ¿Qué cosas nuevas sabrás? ¿Qué experiencias nuevas te permite lo que haces hoy?

Muchas personas me plantean porqué no cambian aunque desean hacerlo sinceramente. La respuesta la tienen delante y constantemente en sus vidas. No hacen nada diferente, no se comprometen a retos nuevos, no introducen rutinas que a la larga les haga ser expertos en cosas que realmente les llenan. Ocupan todo su tiempo del día en cumplir sus "obligaciones" (ya hablaremos en otra ocasión de cómo vivir las obligaciones de forma positiva) y en descansar de ellas. Y eso se repite toda la semana, el mes, los meses, los años
... Así no podemos cambiar, así dejamos que la vida nos lleve a un lugar que no elegimos, al que simplemente nos acostumbramos, más viejos, más cansados.



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