martes, 25 de noviembre de 2014

LA CURIOSIDAD SALVÓ AL GATO




Todo empieza con la curiosidad. Desde pequeños cualquier cambio supone una angustia. Al cerebro no le gusta la incertidumbre porque su función es coordinar  datos y conocimientos para protegernos, para sobrevivir. Y  lo hace dándonos información sobre el terreno en el que nos estamos moviendo, una vez este terreno es conocido, nos sentimos seguros.

Cuando apenas empezamos a aprender a caminar, el cerebro inicia una serie de cambios.  Su configuración (las conexiones que hacen las neuronas para intercambiar información) debe ser distinta puesto que una vez nos mantenemos en pie, hay nuevas perspectivas y nuevos peligros.
Siempre evaluamos riesgos cuando predecimos un cambio, es más, experimentamos ese riesgo en forma de estrés. Lo que ocurre es que cuando somos niños no  los evaluamos de forma consciente, aún no tenemos bien formada la corteza cerebral (la encargada de tomar decisiones conscientes).

Incluso en este caso los bebés tienen ciertas reticencias al tratar de dar un paso, un solo paso, sin estar sujeto a nada. El niño trata de de caminar, pero no se atreve, se agarra a una mesa, a una silla, a las piernas de su madre tal vez, incluso se sienta en el suelo. No se atreve pero quiere.

¿Porqué? Tal vez la curiosidad de probarse o de alcanzar un objeto o de ir hacia alguien que le llama cariñosamente desde lejos. Hay una motivación a la que yo definiría como curiosidad. Imagino la mente de ese bebé, si pudiera reflexionar, diciendo: "qué pasaría si...".

Los adultos podemos evaluar los cambios con consciencia y por lo tanto ese estrés no solamente supondrá una señal fisiológica de alarma si no que tendrá una traducción a nivel cognitivo. Nos dará razones para mantener el miedo y elegirá los peores argumentos que pueden incluir la falta de capacidad propia y la imposibilidad de superar una situación que describe como altamente peligrosa.

Cuando tomamos una decisión que producirá un cambio en nuestras vidas, cuando nos enfrentamos a una situación nueva, o cuando hacemos algo que no nos atrevemos a hacer, suele aparecer el miedo porque para actuar ante algo nuevo deberemos cambiar viejos patrones de pensamiento y nuestra nueva conducta creará también nuevos patrones.

Abandonamos nuestra antigua "configuración" para que la nueva experiencia modifique nuestra estructura cerebral.

A pesar del miedo a dejar aquellas cosas que conocemos, pese a que nos inunde una profunda sensación de estar perdidos, desorientados y sumidos en una situación de la que creemos que no podemos salir, de repente un día, con calma, uno se atreve a imaginar. Siente curiosidad por saber cómo sería ese cambio. Apenas es un pensamiento fugaz e íntimo pero nos empuja, como al gato, a curiosear
. Un día sin más uno empieza a pensar "qué pasaría si..."

No hay comentarios:

Publicar un comentario