Cuando no confiamos en
nosotros mismos realizamos conductas que refuerzan esa idea, de este modo nos vemos atrapados en un círculo vicioso: “necesito
que me digan qué hacer, cómo actuar, qué opinar...mi criterio no
es válido, seguro que lo haré mal” esta conducta hace que deleguemos en
otros nuestras elecciones y dejamos que sean los criterios de los
demás los que dominan nuestras vidas. No obstante esto nos puede
frustrar mucho...No todo lo que ellos elijen nos gusta pero no lo manifestamos generalmente por miedo a defraudar, herir o enfadar a la otra persona y que esta se aleje de nosotros y nos deje "solos" ante un mundo que nos creemos incapaces de afrontar.
Así conseguimos huir del miedo a la vida, a crecer, a hacer por nosotros mismos. Pero esto tiene un precio muy alto: la felicidad.
Los demás guían nuestro camino y eso significa que pueden llevarnos a lugares donde nosotros no queremos estar, a hacer cosas que nos resultan importantes, incluso pueden parecernos desagradables. Al delegar la vida en otros, vivimos lo que a otros les hace felices, tomamos las opiniones y criterios que otros tienen, valoramos desde sus valores y pasamos por encima de las nuestras, sus ideas y maneras de entender y estar en el mundo. Como consecuencia reforzamos una autoimagen de debilidad, incapacidad, torpeza y por tanto muy negativa.
Delegar nuestras decisiones y opiniones condena nuestra felicidad, nuestra autoestima y nuestra libertad.
Desde este
comportamiento empezamos a funcionar alternando el miedo y la culpa.
Miedo a hacer y miedo a perder, culpa por no hacer, culpa por no
decir lo que pensamos.
La mejor manera de empezar a romper este círculo vicioso es empezar a ser conscientes de lo que supone para nosotros vivir así. Evaluar en qué nos beneficia y en qué nos perjudica y analizar hacia dónde nos lleva este comportamiento.
La segunda parte es decidir si queremos probar a funcionar de otra forma. No hace falta hacerlo rápido ni drásticamente, pero debemos comprometernos al cambio a sabiendas de que eso nos producirá malestar, incluso dolor, aunque soportable y necesario para avanzar. Pero sobretodo tendremos en cuenta que pasará. Cuando el dolor se percibe como insoportable, nosotros nos percibimos como incapaces. Pero cuando aprendemos que el dolor no siempre es intenso y que es transitorio, cuando empezamos a tolerarlo, también empezamos a tener una visión más positiva de nosotros mismos y de nuestras aptitudes. David puede vencer a Goliat.
Una vez nos decidamos podemos buscar ayuda para aprender a gestionar el miedo y el resto de emociones para que no nos limiten, y a su vez, desarrollar un tipo de pensamiento que nos permita atrevernos y que nos de confianza.
Se puede cambiar, se puede superar, se puede tolerar el malestar, se puede aprender a vivir de uno mismo.
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